06 diciembre 2006

CASTILLO DE LA CALAHORRA



















































































































































































CASTILLO DE LA CALAHORRA

Hoy, día 6 diciembre, estrenando este largo puente sobre la Constitución y la Inmaculada, y aprovechando que el mismo caía en miércoles, decidimos visitar el Castillo de la Calahorra, desplazándonos hasta esta localidad, a la que llegamos tomando la A-92 y desviándonos por la salida 312. Digo lo del miércoles porque es el único día de la semana en el que su guía “Antonino” lo enseña en horas de 10 a 13 y de 16 a 18, así que teníamos que aprovechar esta suerte como fuese y a pesar del gélido viento del norte que corría ya, desde primeras horas de la mañana por Granada, allí que nos encaminamos con el cielo azul como aliado.
Antes de llegar al pueblo de la Calahorra, población perteneciente a la antigua provincia Bastetana, llamada Arcilacis y que posteriormente derivó en Alcala Horra o Castillo de las Peñas, la carretera de acceso, una vez abandonada la Autovía A-92, ofrece una amplia vista en panorámica de este hermoso pueblo y de su Castillo. Al que podemos subir, bien a pie a través de una empinada cuesta que parte desde una de sus calles a la espalda de su Iglesia, o en vehículo por un carril en no muy bien estado por cierto, hasta su mismísima base.

Breve Historia.

La historia del castillo de La Calahorra está íntimamente unida a la de Don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, el primer marqués del Zenete, a quien se debe su construcción y que fue uno de los precursores del Renacimiento italiano en España.
Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza fue fruto de los amores ilegítimos del Gran Cardenal Pedro González de Mendoza, el “tercer Rey de España”, y de Mencía de Lemos, dama de compañía de la Reina Juana de Portugal. La Reina Isabel, pese a ser muy estricta en cuanto a la moralidad de sus súbditos, perdonó este desliz de su más allegado consejero y puso al niño el sobrenombre de "su más bello pecado”.
Don Rodrigo, cuyo nombre le pusieron sus padres en honor al célebre Cid Campeador, se casó en 1492 en primeras nupcias con Doña Leonor de la Cerda, hija del Duque de Medinacelli. Fruto de este matrimonio tuvieron un único hijo que murió prematuramente.
A la muerte de su padre, en 1495, Don Rodrigo heredó el castillo de La Calahorra. Esta imponente fortaleza medieval, aislada en un lugar inhóspito, fue construida por los Moros (de ahí su apariencia exterior) convertidos al Cristianismo, y regalada posteriormente a la aristocracia local. Se piensa que sirvió de prisión durante la Reconquista – aún se pueden ver las celdas en el interior del castillo. En 1490, los Reyes Católicos se la regalaron al Cardenal Mendoza por los servicios prestados y su lealtad.
Don Rodrigo tenía fama de mujeriego y su esposa, cansada de sus infidelidades y muy afectada por la muerte de su hijo, murió de agotamiento en 1497.
Tras su viaje a Italia y un frustrado intento de apaño para casarlo con Lucrecia Borgia, conoció a la que sería su segunda esposa María de Fonseca, con la que se casaría a escondidas, a sabiendas sólo de su madre, ya que su padre, Don Alfonso de Fonseca, tenía para ella y en su particular lista de candidatos a uno de sus primos. La reina Isabel, al enterarse, anuló el matrimonio y encerró a Don Rodrigo en el Castillo de Cabezón.
Pero a la muerte de la Reina, año 1504, Don Rodrigo fue liberado por el Rey Felipe el Hermoso, y volvió al intento, sacando a la bella María de Fonseca del convento en donde estaba recluida y se volvieron a casar, ya oficialmente, trasladándose al castillo de la Calahora.
Entre 1509 y 1512, para comodidad de su esposa y de sus dos hijas (Mencía y María), Don Rodrigo hizo construir el magnífico palacio renacentista que se sitúa en el interior del castillo. El proyecto se encargó a Lorenzo de Vázquez, arquitecto de la Casa Mendoza, y la decoración se confió a Michele Carlone, de Rovio, y a los escultores Egidio, Pietro y Giovanni de la Verda, de Gandria – la escalera que lleva a la galería superior está hecha en mármol de Carrara, directamente importado de Italia.
Más tarde, Don Rodrigo fue nombrado gobernador de Valencia, y se instaló definitivamente en esta ciudad donde murió el 22 de febrero de 1523. Su cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo de Valencia.

El Castillo.

El castillo de La Calahorra es de considerable importancia artística, por ser el primer edificio español en el que se introducen los nuevos aires del Renacimiento.
Su exterior no presenta la típica estampa de castillo medieval, apreciándose esa forma circular en sus torres de los ángulos. El motivo pues, que las armas disponibles en la fecha de su construcción, habían cambiado el concepto de defensa.
Destaca, en el mismo, el color rojizo de sus muros proveniente del polvo de las minas de Alquife y que se encuentran a escasos kilómetros de distancia.
Su planta es rectangular. La única puerta de acceso se abre en el muro este y es de pequeñas dimensiones, de arco de medio punto adovelado, y sobre ella se encuentra el escudo de la segunda esposa del marqués del Zenete, María de Fonseca. Pasada la puerta un pequeño zaguán abierto da acceso a la sala de guardia, en la que una pequeña escalera conduce al patio, que aunque desplazado hacia el oeste, centra el edificio, distribuyéndose en torno a él las diversas dependencias o estancias, cubriéndose éstas con artesonados de muy diferentes formas. Siendo los techos más altos los que ocupaban los marqueses y los más bajos los de los sirvientes. Escala que se llevaba con criterio de rango por aquellos tiempos.
Es castillo tiene patio central y dos pisos de alzada. Lo más destacado del palacio junto a las galerías, escalera y artesonados es la iconografía de portadas y vanos, en donde se exponen temas míticos y grutescos del primer renacimiento. Estos fueron realizados en Italia.
Decir por último que esta fortaleza está, en la actualidad, en manos de propiedad privada, siendo su actual propietario Don Íñigo de Arteaga y Martín, que desde 1997 es el actual Duque del Infantado. Posee desde este mismo año los títulos de Almirante de Aragón, Marqués de Santillana, de Ariza y de Távara (este desde 1995, cedido luego a su hijo Iñigo de Arteaga y del Alcázar, nacido en 1969), Conde de la Monclova y Señor de la Casa de Lazcano, todos estos títulos con Grandeza de España en cada uno de ellos. Es asimismo Marqués de Valmediano, de Cea (cedido a su hija Almudena), de Armunia, Conde de Corres, de Saldaña (cedido a su hijo Íñigo, BOE 21-9-2002), del Real de Manzanares y de Santiago. Tiene la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco desde 2000. Como sus antepasados Arteaga es presidente de la Junta de Patronato del Real Colegio de España en Bolonia (Italia).
Su hija Almudena de Arteaga y del Alcázar (marquesa de Cea, nacida en 1967) ha publicado en 1998 una biografía novelada sobre Ana, la Princesa de Éboli, continuada luego con otras novelas históricas.
Total, casi nada…! Y como tanto título ya no cabía en el castillo, ahora está deshabitado y de tratos con la Junta de Andalucía por si llegásemos "entre todos" a comprárselo (a los andaluces me refiero, claro). Yo me pediría.…O mejor me conformaría, por lo que me pudiera tocar, por la boca o por la vista, con esas a la Sierra, desde esa habitación de la reja. (Es broma!)

Alrededores de interés

Después de la visita al Castillo de la Calahorra, realizamos otra más rápida a cada una de sus cercanas localidades: Ferrerira (a 3 km de distancia con dirrección al Puerto de la Ragua), Alquife, pueblo minero, ( a 5 km.) y Aldeire (a unos 2 km.) para terminar con este día tan señalado. Y ya a la vuelta, camino a casa, a nuestra querida Granada, visitar la Presa de Francisco Abellán, tomando la salida 284 de la A-92.
Día que ha merecido la pena, bajo ese artículo 19 de la mismísima Constitución española, y en el que sabiamente se dice que “todos los españoles podemos circular libremente por el territorio nacional.”. Derecho mínimo, grande e inapreciable en estos tiempos, a estas alturas de la libertad y por la que la humanidad ha luchado tanto.

27 noviembre 2006

MONASTERIO DE SANTA ISABEL LA REAL




























































































El pasado sábado, día 25 de noviembre, a través de la Fundación Albaicín, bajo el denominado Proyecto Piloto Urbano, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y el Excmo. Ayuntamiento de Granada, pudimos realizar esta visita guiada y programada al Monasterio de Santa Isabel La Real de Granada (situado en la calle del Albaicín que lleva su mismo nombre “Santa Isabel la Real”). Pudiendo llamar al teléfono de la Fundación Albaicín -958 200688- de 8 a 15 h. y solicitar la visita guiada en grupos (mínimo entre 7 y 10 personas y un máximo de 20), siendo el horario de visita todos los sábados a las 11:30 h. O también visitando su página Web en la siguiente dirección http://www.albaicin-granada.com/ y dentro al apartado "vistas" hacer la reserva.

El Monasterio que nos abre sus puertas como experiencia pionera en Granada, está bajo la tutela de la comunidad de franciscanas clarisas (en la actualidad unas 15 monjas) y el objetivo es el de mostrarnos el "rico legado patrimonial y religioso" de este monumento, que fue fundado por Isabel la Católica. Pudiendo acceder no sólo a la capilla, sino también a las dependencias conventuales como los coros, los dormitorios de Regina y Largo (aunque esta zona en la actualidad está en obras y no puede ser visitada), el refectorio y una cocina que alberga colecciones de cobres, latones, lebrillos, prensas, una magnífica colección de cerámica de Fajalauza y vajilla de diario. Agregar que el Monasterio fue construido por deseo expreso de los Reyes Católicos en 1501.
El acceso se realiza por una portada con la imagen de Santa Isabel de Hungría (bajo cuya advocación se fundó el monasterio), emblemas franciscanos y heráldica de los Reyes Católicos, que nos comunica con un exquisito compás, dentro del cual encontramos los muros blanqueados del recinto monacal y la amplia fachada de la iglesia y su torre que, junto con los muros de la iglesia de San Miguel el Bajo, forman un rincón ciertamente delicioso. Destacando el empedrado granadino que hay delante de la puerta principal de la Iglesia y que es el segundo más antiguo de Granada. Al final de dicha entrada principal (justo en frente del comienzo de la Calle de la Tiña), a mano izquierda, observamos el infatigable y antiguo torno de madera del convento de clausura. Aún me acuerdo que, de niño, íbamos a llevarle a las monjas pan duro y mondas de patatas para las gallinas que tenían en su huerto(a), y que nos cambiaban por recortes de las formas que después se consagraban en la Eucaristía.
En el interior de este monasterio se puede ver obras de arte de destacados artistas granadinos de los siglos XVI y XVII como Alonso de Mena, José de Mora, Bocanegra, Diego de Mora o esculturas de Pablo de Rojas, considerado el padre de la escultura andaluza. Destacando dos de sus más importantes joyas: un pequeño cuadro bajo relieve en alabastro (al lado derecho de la escalinata principal del altar, y un busto de la Dolorosa, ambas del maestro José de Mora.
Otro de los valores estéticos que podemos disfrutar los visitantes son las carpinterías mudéjares que alberga el monasterio, como una armadura de la nave de la iglesia, una armadura de la escalera, alfarjes del coro bajo y una bóveda de pinjantes en la capilla mayor. En el dormitorio de Regina se puede ver (aunque temporalmente está cerrado por obras) parte de la segunda mayor colección de "Niños Jesús" de España.
Otra dependencia destacable del monasterio es su claustro dotado de una amplitud e iluminación más que sorprendentes y cuya fuente central se consiguió por una “ajuste de cuentas”. Aclaro, por un ajuste de cuentas con el maestro albañil que habiendo cobrado más hasta la fecha, las monjas le sacaron este extra nada despreciable y cuyos caños, salientes de unas caras en relieve, fueron pioneros por aquellas fechas (1580)
Visita recomendada ya que a través del arte, podemos comunicarnos, escuchar ese silencio en el que está envuelto todo el monasterio y que se mantiene bajo la oración y el trabajo de las hermanas clarisas, mostrándonos que la vida no es sólo lo que está por fuera de sus tapias, por lo que nos peleamos en esta supervivencia a la que llamamos progreso. Pero una parada, de una hora y pico que dura la visita, nos hace olvidarnos de esa lucha y transportarnos a ese mundo interior y que escasea tanto.